Hoy me desperté cómo siempre, pero esta vez no lo hice sola, alguien a los pies de mi cama me contemplaba ansioso, yo no sé si me desdoblé, o el espejo se cayó encima de mí, pero mi otro yo estaba ahí, me miraba, me examinaba, no sé si estaba feliz por ser parte de mí, o quería salir corriendo a compartir su vida con otra persona.
Después de unos minutos sin entender si eso era un ataque de locura, o parte de un sueño, me sedujo la idea de verme cómo me ven los demás, así que me sacudí el impacto, y me dediqué a espiar, seguir, y disfrutar de “eso” que se parecía mucho a mí.

Comenzamos el día a la misma hora de siempre 7:30 de la mañana, no podía entender cómo un ser “normal”, desayunara tan rápido y se conformara con tan poco, ay pobre panza a mitad de la mañana!!!, y así salimos a enfrentar un nuevo día, cumplir con las obligaciones, e intentar que la rutina no nos devore. Sólo viéndome comprendí porque a veces llegaba tarde al trabajo, o tenía que correr…claro!!! si intercambiaba palabras con los que encontraba en el camino, y la mirada se perdía en algo que atrapaba mi atención.
A pesar de que mi trabajo es estresante a veces, al verme comprendí que estoy cómoda en el, y al ser la única mujer allí me di cuenta porque me siento la reina del lugar; entre papeles, risas, algún detalle que pinta mi rostro de rojo, llevo la jornada de buen humor.
Una extraña sensación de bienestar me invadió, creo que aquel personaje tan igual a mí ya me caía bien, y me gustó encontrarme en el camino.
Volvimos a la casa para almorzar, y recuperar energías para enfrentar la recta final del día, y cumplir con lo que nos queda en el trabajo.

A la hora de la salida, y la libertad completa ya me sentía súper conmigo, me gustaba verme caminar, pensar, regalar sonrisas, robarme historias, jugar con algún niño que se diera cuenta que era un adulto sin ser grande; me sonreí al entender que siempre me sería fiel; que si me engaño es para huir un rato del mundo; que si me callo es para escuchar, y si grito es por pura desesperación; me di cuenta que no hablo sola, hablo conmigo, y lo bueno es que nadie me lleva la contra; vi tantas cosas al contemplarme.

Cuando llegó la noche vinieron con ella los balances, y el momento de enfrentarme, necesito que me escuches, no todo es color de rosa, hay cosas que no entiendo, hay cosas que no me gustan. No podés perder la paciencia tan fácilmente. No corras tanto, la vida no se termina mañana. Tenés 28 años ya es tiempo de ser más ordenada. Quiero que me expliques cómo podés ver la misma película 10 veces; que te sigas riendo tanto con las mismas historietas de Mafalda. ¿Por qué te gustan los finales tristes?. ¿Cómo podés comer kilos de dulce de leche sin empalagarte?. Tenés 108 cds…¿por qué siempre escuchas los mismos?. Ya es tiempo de no pelearte con Dios, no toda la culpa es de El por lo que pasa, nosotros los humanos somos causantes de tantas catástrofes, tanta crueldad. También es tiempo de ser más fuerte. Creer de verdad y aferrarte a eso de…la esperanza es lo último que se pierde.

Antes de irnos a dormir, o de despertarnos –porque todavía no se si esto es un sueño-, me gustaría decirte, pedirte que no pierdas esa sonrisa; ni el brillo en los ojos; esa capacidad de asombro te puede rescatar muchas veces; no dejes de ver la vida de esa manera; seguí disfrutando de los más sencillo, y de las pequeñas felicidades; si aprendés a ser fuerte, no renuncies a tu sensibilidad; no dejes de escribir; no dejes de creer que podemos tener un mundo mejor; y sobre todo no dejes de soñar.
Son tantas las cosas que te quiero decir, y hay otras que me voy a olvidar, pero ya es hora de terminar, no sé cuando tenga la necesidad de volverte a encontrar, pero estoy feliz de ser parte de ti, y de que seas parte de mí, y que juntos disfrutemos de lo complejo y hermoso que es vivir.