Cuando todo está en orden. Los días pasan en perfecta armonía. La calma reina. La nostalgia no pintó de gris tus atardeceres. Tus sueños te impulsan cada vez más. Ves al mundo a tu manera y no como está. Ni la lluvia empaña tus cristales, ni las palabras con cierto tono de malicia hacen ruido en tus oídos. Te parece increíble después de lo que pasaste estar tan bien contigo mismo.
Pero como todo acaba, todo empieza, algo o alguien llega para derribar el castillo de naipes, ese que te costó mucho levantar. Los fantasmas atraviesan tu interior como lo hacen con las paredes. Los miedos juegan a su antojo con tus emociones, y es ahí que el egoísmo se apodera de tus palabras, pensamientos, y la furia te hace ver y decir cosas que en el fondo no sientes, y no son mas que un desesperado intento de desahogo.
Llegas a pensar que nada te pertenece, las ausencias pueden más que las presencias, y no ves a los seres y las cosas que son, que si están, que si se quedarán.
Pero como toda acaba, todo empieza, la noche pasará, el sol brillará otra vez, y la vida te dará suficientes motivos para creer que la nada no existe, y que algo –en pequeña o gran medida- es tuyo y si te pertenece.