Castillos

Fotos: Vanessa R.



Caerse y rasparse desde el alma hasta la piel es parte del juego, está permitido que un golpe te tumbe; lo que es un deber, un obligación es levantarse, y con las ruinas volver a construir ese castillo que si era de naipes, el viento que entró por la ventana con su rebeldía derrumbó. Si era de arena la fuerza de la naturaleza dejó que al mar se le escapara una ola, que llegó a la orilla con su vaivén para borrar mensajes y con ellos derribó tu perfecta creación. Si era de hielo y ahí conservabas sentimientos con fecha de vencimiento, el sol con su afán de dar vida y calor, se levantó maravillado con el reflejo de sus rayos en esas frágiles paredes disfrazadas de cristales, y acabó derritiendo lo poco que te quedaba de aquella historia. Si era de barro y le pediste prestada la maqueta a un hornero –el gran arquitecto por naturaleza-, y aún así el implacable saldo que deja un huracán al pasar, acabó con eso que creías era irrompible.

Si era de nubes y te llevó toda una tarde imaginarlo suspendido en el cielo, la llegada de la noche vino para apagar lo que con tanto esfuerzo habías encendido. Si era de margaritas seguro que un eterno enamorado tratando de encontrar respuestas, le quitó hasta el último pétalo sin pensar que ese lugar era para vivir con tu princesa. Si era de sueños tal vez algún inconsciente le rompió los grandes ventanales a pedradas, sin tener en cuenta que te quitaba algo tan valioso.

Si era un castillo plasmado en arte, al cual admirabas y alguien detuvo tus suspiros cuando lo contemplabas y te dijo: nunca llegarás a tener algo así. Si era un castillo azul y alguien te lo pintó de otro color, y te robó el significado de aquella canción. Si era de madera y la lluvia se filtró por sus grietas, y las gotas llegaron a confundirse con tus lágrimas. Si era de chocolate y te amargaron toda la dulzura que llevabas dentro. Si era de fe y el destino se encargó de que perdieras esas dos letras en tu camino.

Si tus castillos tenían sus raíces en el pasado, o cada una de sus plumas en las alas del futuro, es lógico que los veas caer de muchas maneras, pero si sus cimientos los construyes con las bases firmes del presente, nadie destruirá lo que aún no tienes, nadie te arrancará lo que ya quedó atrás y forma parte de tu vida, y nadie, absolutamente nadie detendrá el vuelo que te lleve sin escalas a la cima del cielo.



Cuando terminé de escribir este texto, recordé la película castillo de hielo del año 1978, y también la canción -ambas bellísimas-, yo no había nacido aún, pero gracias a mis hermanos que me hicieron amante del cine y de la música he visto clásicos de todos los tiempos, y esta película es de esas que la he visto muchas veces y no me canso de hacerlo.



-Canción: Looking through the eyes of love-

Intérprete: Melissa Manchester¨


No me gusta...


Fotos: Vanessa R.



No me gustan los relojes porque marcan el tiempo, prefiero llevar en mis muñecas pulseras artesanales, esas que tanto me gustan y con cada una que me han regalado atesoro momentos.

No me gusta el blues porque el género arruina grandes letras.

No me gusta el pesimismo porque se a donde te lleva, mejor perder una batalla, curarme los raspones, secarme las lágrimas y levantarme con los puños bien apretados.

No me gustan las despedidas porque siempre se queda el alma partida en dos, hasta que el destino provoque un nuevo encuentro.

No me gusta arrepentirme por lo que no sucedió, eso deja heridas y al mirar para atrás no hay nada que recordar.

No me gustan las cosas a medias, nada mejor que una verdad completa y directa.

No me gustan los balances, porque entre las cosas que tengo y las que me faltan, pueden dejarme un saldo negativo.

No me gusta el dinero, prefiero ser millonaria de afecto, detalles y cosas sencillas.

No me gustan muchas personas, pero si algunos pocos seres humanos que tengo el privilegio de conocer.

No me gusta la seriedad, ni ser demasiado formal porque te mata el niño que se lleva adentro.

No me gusta, o mejor diría que odio cuando la sábana o la manta se zafa del colchón, porque me despierta el frío en mis pies, el mal humor me invade por completo, y el desvelo viene a reírse de mis manías.

No me gusta hacer las cosas sin sentirlas o por obligación, no soy buena actriz, además mi mirada me delata.

No me gusta el 13 de mayo, porque al ser que me permitió ser, ese día lo llamaron y partió antes de tiempo.

No me gusta que el calendario llegue al 22, me duele saber que esa fecha en vez de marcar un nuevo aniversario, llega amenazando con darle el final a una historia de amor que nunca terminó de empezar.

No me gusta usar la palabra amigo a la ligera, no todos se merecen ese título, son muy poquitos los que respetan y le dan el valor que debe de tener algo tan puro y honesto como la amistad.

No me gusta discutir con Dios, pero no me queda más remedio, a quien voy a preguntarle eso que todavía no tiene respuesta para mí.

No me gusta mirar con los ojos abiertos porque veo los límites, prefiero hacerlo con los ojos cerrados y el corazón encendido, es la única forma de llegar a donde mis pies no me pueden llevar.

No me gustan las decisiones que toma la vida por mí, pero las acepto, las respeto y las tomo como otro aprendizaje, porque sé que a pesar de todo vale tanto la pena.

No me gusta lo que le hemos hecho al planeta, pero mientras todo empieza, o todo acaba, me aferro a pequeñas esperanzas, a lo que me queda de fe y mi cuota de optimismo, para creer que el mundo nos va a dar otra oportunidad.