Fotos: Vanessa R.



No me gustan los relojes porque marcan el tiempo, prefiero llevar en mis muñecas pulseras artesanales, esas que tanto me gustan y con cada una que me han regalado atesoro momentos.

No me gusta el blues porque el género arruina grandes letras.

No me gusta el pesimismo porque se a donde te lleva, mejor perder una batalla, curarme los raspones, secarme las lágrimas y levantarme con los puños bien apretados.

No me gustan las despedidas porque siempre se queda el alma partida en dos, hasta que el destino provoque un nuevo encuentro.

No me gusta arrepentirme por lo que no sucedió, eso deja heridas y al mirar para atrás no hay nada que recordar.

No me gustan las cosas a medias, nada mejor que una verdad completa y directa.

No me gustan los balances, porque entre las cosas que tengo y las que me faltan, pueden dejarme un saldo negativo.

No me gusta el dinero, prefiero ser millonaria de afecto, detalles y cosas sencillas.

No me gustan muchas personas, pero si algunos pocos seres humanos que tengo el privilegio de conocer.

No me gusta la seriedad, ni ser demasiado formal porque te mata el niño que se lleva adentro.

No me gusta, o mejor diría que odio cuando la sábana o la manta se zafa del colchón, porque me despierta el frío en mis pies, el mal humor me invade por completo, y el desvelo viene a reírse de mis manías.

No me gusta hacer las cosas sin sentirlas o por obligación, no soy buena actriz, además mi mirada me delata.

No me gusta el 13 de mayo, porque al ser que me permitió ser, ese día lo llamaron y partió antes de tiempo.

No me gusta que el calendario llegue al 22, me duele saber que esa fecha en vez de marcar un nuevo aniversario, llega amenazando con darle el final a una historia de amor que nunca terminó de empezar.

No me gusta usar la palabra amigo a la ligera, no todos se merecen ese título, son muy poquitos los que respetan y le dan el valor que debe de tener algo tan puro y honesto como la amistad.

No me gusta discutir con Dios, pero no me queda más remedio, a quien voy a preguntarle eso que todavía no tiene respuesta para mí.

No me gusta mirar con los ojos abiertos porque veo los límites, prefiero hacerlo con los ojos cerrados y el corazón encendido, es la única forma de llegar a donde mis pies no me pueden llevar.

No me gustan las decisiones que toma la vida por mí, pero las acepto, las respeto y las tomo como otro aprendizaje, porque sé que a pesar de todo vale tanto la pena.

No me gusta lo que le hemos hecho al planeta, pero mientras todo empieza, o todo acaba, me aferro a pequeñas esperanzas, a lo que me queda de fe y mi cuota de optimismo, para creer que el mundo nos va a dar otra oportunidad.