Ahora fue menos la espera, un año y medio para volver a tu encuentro, los mismos quinientos kilómetros (por carretera), la misma ansiedad, y mariposas nuevas en la panza, porque aquellas se fueron a otro lugar, para reposar y regalarles en cada aleteo sensaciones a los duendes que habitan en el país de las fantasías.

Perdón por mi egoísmo pero a pesar de tantas personas estabas otra vez ahí para mí, y otra vez acudí a tu cita con el corazón como si fuera un puzzle, con las marcas de las piezas que le faltaban, pero con la esperanza de que tus palabras armaran eso que latía en mi pecho casi por inercia.

Peumayén encallaba otra vez en Uruguay y yo no quería perderme ese naufragio, y la gran fogata que ibas a encender con apenas acariciar tu guitarra, y las primeras notas de esa canción explicando que volvías porque estaban las cenizas y los fantasmas de algo que fue maravilloso y no querías olvidar, y mucho menos que te lo negaran.

Ahí estaba yo aprovechando cada momento para usarlo a mi favor, para vestir mi alma en cueros y desnudarla otra vez con la suave melodía de tu voz susurrando palabras de amor. También pude quitarme la bronca y el nudo en la garganta, calmar la fiera que quería romper el ventanal a pedradas en la casa de una persona que me había clavado un puñal en la espalda, y me cambiaste un sentimiento negativo para salir corriendo a plasmar en un muro cuanto vale la pena todo aunque duela a veces vivir.

Me gustaría proponerte algunos tratos; te dejo la tarea de ser cartero de Neruda, y yo mensajera de tus bellas canciones, las compartiría con mi sobrina y el anciano que espera un milagro junto al farol en aquella esquina. Te dejaría ser piloto de la bicicleta roja que hace años fue un regalo de los reyes magos, para que me prestaras tu cometa así poder llegar a la luna e invitar a pescar estrellas a una persona que me hace tanta falta, y en ese perfecto silencio poder volver a decirle: papá cuéntame otra vez…

Si te conviertes en un poeta ambulante y con tu guitarra decides dar la vuelta al mundo, si me dejas acompañarte prometo no cobrarte ni un porcentaje de las monedas que te dejen en tu sombrero, si me haces el honor de ponerle música a la letra de mi canción, puede ser mucho lo que pido, es que soy una chica soñadora que muchas veces se ha conformado con menos y aún así se niega a colgar las alas.

Te ofrecería no recolectar gotas de rocío, sino acariciarlas con los pies descalzos y que sientas en el erizo del frío la calidez de estar vivo; las gotas de lluvia son un mimo del cielo, y si se te antoja recolectarlas ya he formado un recipiente con las palmas de mis manos.

Lanzaría al viento versos de Benedetti para que la brisa los dejara recostados al lado de tu puerta, si me prometes cantarles nanas a Valentino y Alfonsina, ellos no existen, pero así los llamaría si el futuro me regalara la bendición de tener dos hijos.

No sé si podría convencer a un pirata para que se vuelva honrado, pero juntos podemos transformarlo en un ser solidario, al contarle que el mundo se está partiendo en dos, mostrarle la dura realidad, y así invitarlo a compartir sus tesoros con todos esos niños olvidados por la misma humanidad.

En vez de abismos podríamos explorar laberintos, mira si aparece un fauno y con su magia nos convertimos en los protagonistas de una gran fábula, y dibujando cuadros en las paredes tener la capacidad de escaparle a la rutina para visitar otros mundos.



Si todavía estás buscando trabajo, en el periódico de hoy salió un aviso que decía: se necesita genio que robe suspiros, regale ilusiones, versos, fantasías, y sepa remendar o encontrar piezas para armar corazones rotos, perdón por mi atrevimiento pero mandé tu curriculum, porque no conozco a nadie con todas esas cualidades.

No sé si te gustaron mis propuestas, también se aceptan otras opciones, te mando mi teléfono en una de las palomas mensajeras que te compré en una de las tantas plazas que tiene Peumayén, ya sabes, si algo te duele o estás triste me llamas.



El tiempo en ese lugar soñado llegó al final, la talentosa tripulación izaron las velas para llegar a otros mares, perderse en las nubes de otros cielos, y dejar huellas en una nueva tierra.

Todo comienzo tiene su despedida, pero lo bueno de despedirse es la espera, y la posibilidad de renovar las mariposas en la panza para cuando decidas regresar.




Como siempre Ismael gracias por tanto y todo, y lo más importante: jamás me olvido de vivir.



Ismael Serrano
-Podría ser-
Álbum: Acuérdate de vivir