Foto: Vanessa R.


Ellas son perfectas, con sus curvas, líneas, e interminables formas. Están ahí para que alguien las destroce a fuerzas de indiferencias, para unas manos delicadas que las use, y vistan de gala una carta expresando algo tan sublime como el amor.


Están para tí, esperando que pierdas la cobardía, repares el error, y de una vez por todas pidas disculpas a esa persona que tenía razón. También están para mí, aunque a veces con mi torpeza no sepa bien que decir, o a la inversa, diga tanto en un ataque impulsivo lastimando a alguien, el tiempo será el encargado marcando mi momento exacto de pedir perdón.


Son ellas las que no te dejan dormir retumbando en tu cabeza, te roban el sueño, te sacan de la cama, te obligan a hablar, gritar, o llorar; ellas siempre ganan, dejando al descubierto lo que hay en lo profundo de tu pecho.


Están ahí haciendo pedazos a un ser víctima del odio, o aliándose a un par de ángeles rescatando al más indefenso.


Regalan esperanzas, rompen sueños. Pueden ser tan afiladas como el tirano que las pronuncia, o tan mentirosas como el Casanova que las escribe. Tan sentidas como el que reza, tan traidoras como el que se las guarda y prefiere un puñal como respuesta. Tan implacables declarando culpable a un inocente; manipulables al darle la libertad al cretino que lastimó tanto a alguien.


Muy iluminadas al inspirarle un estallido a una mirada, generosas al regalarle la posibilidad al poeta de robar los más bellos sentimientos, egoístas cuando no están para el que se muere de amor, crueles cuando se apagan y no dejan respuestas.


Portadoras de grandes tragedias cuando el planeta se queja, sanadoras cuando el que las susurra trae mensajes de paz.



Las palabras están al alcance de tus intenciones, por eso yo escribo, de vez en cuando tengo la suerte de que pasen por mi puerta y se quieran quedar, a veces me dan algo de tiempo para llegar a la creación, otras tantas se van como las golondrinas, y para poder decir tengo que esperar el cambio de estación. No me piden permiso si tienen urgencias de sensibilidad, a veces se despiden sin preguntar cual es mi necesidad.


Ven una guitarra muda, una hoja en blanco, puños bien apretados y yo no decido que hacer con esos elementos, son las palabras las que me buscan, y soy yo, la que tiene que estar atenta para salir a su encuentro.