Final y comienzo


Lo peor o lo mejor de un final es eso, que se acaba. Para algunos será motivo de nostalgia, para otros el alivio de un estreno.
Todos hemos terminado y empezado, pero nada mejor que un comienzo. El final tiene un punto, el comienzo puede ser eterno, el final siempre encuentra una pared, el comienzo alas, el final te puede partir al medio, y el comienzo traer los remiendos, el final es llegar a destino, el comienzo perderse en lo desconocido.
El final nunca es: "y vivieron felices para siempre", en cambio el comienzo es la búsqueda constante de lo que conforma tu esencia.
Debo reconocer que hay finales sanos y necesarios, porque lo mejor de ellos es que traen de la mano un comienzo, y nunca terminar de empezar es el arsenal para caminar en esta vida de bombas, cañones y trincheras.

La calle de los momentos

Foto: Vanessa R.


Existe un lugar tan breve como eterno, ahí el tiempo se pasea entre la prisa y una danza lenta. Los grandes momentos ocurren en sitos tan pequeños, una calle es suficiente para escribir una historia y resumir partes de una vida.
La atracción de los colores detrás de una vidriera, la curiosidad que despertaba aquella ventana que no se abrió por años, dicen que la persona que le cerró las cortinas al sol todavía espera que en alas de una golondrina regrese el amor.
Un viejo almacén donde su dueño además de trabajar, le regalaba fantasías con sus trucos de magia a nuestra imaginación de niños. La rayuela pintada en la vereda, ahí gané algunas partidas y también me raspé la vida con las caídas. En la esquina el farol que ya no alumbra pero guarda el reflejo de mi mirada, a veces algo pícara y otras algo empañada.
La escuela con sus eternas sonrisas, pueden ser otras, pueden renovarse año tras año pero a veces suelen ser aquellas, las mías, las mismas que juntas parecían demasiadas y hoy nada más son un eco con sabor a necesidad. Desde ese lugar también se podía escuchar al tren más hermoso del mundo, el que pasaba siempre una vez más, dándote la oportunidad de volver a saltar.
El banco en la plaza con ego de sentirse un gran boceto, ahí muchos manifestaron sus mejores declaraciones, todavía recuerda a los niños que se sentaron a deshojar margaritas, todavía espera que vuelvan a cumplir la promesa que sellaron con el último pétalo.
La lluvia era una fiesta para los barquitos de papel, no existían capitanes ni puertos, sólo un punto de partida y el de llegada nunca importaba.
En el pedacito de cielo que para mí era el techo de la calle vi la luna llena, y también la vi romperse con la melodía que no pudo ser serenata. Ahí donde al otoño se le escaparon algunas hojas, y fueron a dar al balcón donde yo derrochaba nostalgias y suspiros en un intento de canción.
A veces las cosas llegaban impuntuales y las personas a tiempo, descubrí sentimientos puntuales y corazones a destiempo.
En lista de espera siempre estuvieron los sueños, algunos locos, otros más terrenales, los que rozaban lo fantástico, y los que querían perderse en el universo, parecían lejanos pero nunca imposibles.
En la calle de los momentos el pasado regresa siempre, vuelve para recordarle al presente las verdaderas urgencias, eso que se fue cuando se debió de quedar, lo que se quedó sin hallar un lugar, una despedida antes de comenzar, lo que se guardó en vez de soltar, lo que se quedó en vez de marchar, el que partió queriéndose quedar. La importancia de llegar para volver a empezar, la necesidad de empezar sabiendo donde están tus raíces, ahí, donde está tu hogar.


Noel Schajris
-Momentos-