Intenté tomar mi guitarra para darle banda de sonido a un instante y la melodía nunca llegó. Intenté desnudar versos para abrazarlos en una canción, pero las musas prefirieron desfilar entre ángeles y duendes.
Intenté convertir un papel en blanco en una carta, mi pluma nunca encontró esas palabras y prefirió el silencio, un sobre vacío con un puñado de suspiros se quedó esperando el viaje que nunca llegó, no puedo ser el guardián de la carta y las palomas mensajeras nunca fueron puntuales.
Intenté expresar y no pude, pero aprendí que hay que ir más allá del intento, es por eso que hoy me encuentro improvisando para ti.
No soy músico, pero en eso de la percusión son profesionales los latidos de mi corazón.
Soy algo torpe, y caerme en tus ojos de miel lo hago por distracción y también con toda la atención.
El poder de tu voz despierta todo aquello dormido, y es imposible no elevarme entre tanta paz y pasearme por las nubes.
Perderme en lo desconocido y también en lo sabido es un motivo para amarrar mis pasos a tus zapatillas.
Creí que el camino a casa estaba detrás de una puerta, y mi hogar es un gran ventanal donde la calidez de tu alma se abre de par en par.
No siempre se puede alcanzar lo que soñaste, pero es la misma realidad la que un día te cuenta que a veces  puede ser más hermosa de todo lo que imaginaste.
Soy puntual, pero casi siempre me tocó no llegar a tiempo, hasta que un día las señales detuvieron el reloj, y yo estuve ahí cantando con alguien más esa canción.
Un viaje con destino a una noche de arte y talento, me hizo regresar con otro trozo de cielo en la mochila.
Quise improvisar para ti, pero creo que lo hice por mí, y fue gracias al regalo de tu inspiración que me perdí, y ya no vi si el azul era del cielo o del mar, sólo reconocí un color matizado de mil maneras en tu mirar.


Eros Ramazzotti
-Amor en contra-