Al día siguiente la misma rutina, salir a preguntar por aquella mujer; después de todas las respuestas negativas un niño que jugaba a la pelota escuchó que estaba buscando a una señora de igual nombre que su vecina -vivía en el piso arriba de su casa-. Tartamudeando le rogó al niño que le indicara el camino. Cuando por fin llegó a la puerta, antes de golpear tomó unos minutos de descanso para que su respiración recuperara su ritmo normal.
Cuando al fin tocó le abrió la puerta una señora mayor, con mucha ansiedad pronunció las palabras.
-Buenas tardes señora, disculpe que la moleste, estoy buscando a una señora de nombre Sofía. ¿Es usted?
-No joven, Sofía es mi hija.
-Ella se encuentra, tengo necesidad de hacerle una pregunta.
-No, no está, hace dos semanas se fue de vacaciones. Si quiere hablar con ella vuelva dentro de diez días, seguro ya regresó para esa fecha.
-Señora muchas gracias por la atención, ha sido muy amable.
-No tiene nada que agradecer joven. Que tenga un buen día.
-Lo mismo para usted señora.
Con un gesto de desilusión se retiró del lugar, por los datos que le dio la señora no podía ser su hija la dueña del guante, ya que hace dos semanas se encuentra lejos de la cuidad. Volvió a su casa a sumergirse en la rutina, la emoción de encontrar a Sofía le había dado la posibilidad de esperar algo más, y sobre todo querer buscar.
A pesar de que ya no le quedaban muchos lugares donde averiguar, no quería perder la esperanza, la frase dentro del guante le daba fuerzas para continuar.
Tomó la decisión de esperar unos días, tal vez si se tranquilizaba un poco iba a obtener otros resultados. Volvió a dictar sus clases como siempre, a disfrutar de sus libros, de la música, y perderse entre las letras; la búsqueda le había regalado algo de inspiración.
Hoy era el día, se despertó con toda intención de encontrar a Sofía, después del trabajo retomaría la búsqueda. Volvió a la zona del hallazgo, comenzó a hacer las misma pregunta de las veces anteriores, pero ahora con más calma, había llegado a la conclusión de que su desesperación asustaba a la gente y por ende no le daban la información que él necesitaba.
Llegó la noche y la tristeza lo invadió, nadie sabía nada de Sofía, parecía que la dueña del guante sólo sería un misterio en su vida. Lleno de desilusión volvió a su casa, no quería hacer nada, sólo se dejó caer en el sillón, deseaba que el sueño le diera algo de paz.
Un golpe muy fuerte lo despertó abruptamente, no entendía nada, se sentía como en otro lado, cuando por fin aclaró sus ideas se acercó a la puerta y vio que le habían dejado un sobre. En el interior había una nota: Sofía vive cerca del puerto, justo en la esquina donde se cruzan las calles 90 y 10.
No entendía nada, y otra vez se llenó de interrogantes: ¿Cómo llegó la nota ahí? ¿Cómo sabía la persona que la dejó que estaba buscando a Sofía? ¿Realmente viviría ahí? De sólo imaginarlo su rostro se iluminó. También pensó que era sencillo que cualquier persona diera con él, ya que estuvo muy expuesto cuando recorrió las calles en busca de información.
Esa noche no durmió, caminó, y caminó pensando en los pasos que iba a seguir, dudaba si salir corriendo a la dirección que le habían dado, o esperar unos días para ir a ese lugar y estar lo más calmando posible.
En la mañana se fue a trabajar sin saber que hacer, pero estaba decidido a seguir lo que le dictara su corazón, si al regresar del trabajo le ganaba el impulso iría tras el sin dudarlo.
Así fue, casi sin darse cuenta sus pasos lo llevaban en dirección al puerto, él conocía las calles que mencionaba la nota, pero no recordaba la esquina, no recordaba que casa había en esa esquina, por más que quería estar tranquilo su ansiedad se adelantaba a lo que estaba por suceder.
Por fin encontró la casa, un lugar de aspecto tranquilo, desde ahí se podía respirar el olor al río, puesto que estaba a dos cuadras del puerto. Muy nervioso, respirando una y otra vez tratando de tomar valor dudaba si entrar a tocar o no, había esperado tanto ese momento que ahora no sabía que hacer. Cuando encontró algo de valor se dio cuenta que no tenía nada que perder, ya había recibido tantas respuestas negativas que una más ya no le haría nada, y si del otro lado de la puerta estaba Sofía por fin habría encontrado a la mujer que le dio un toque diferente a su rutinaria vida.
Cuando al fin tocó le abrió la puerta una señora mayor, con mucha ansiedad pronunció las palabras.
-Buenas tardes señora, disculpe que la moleste, estoy buscando a una señora de nombre Sofía. ¿Es usted?
-No joven, Sofía es mi hija.
-Ella se encuentra, tengo necesidad de hacerle una pregunta.
-No, no está, hace dos semanas se fue de vacaciones. Si quiere hablar con ella vuelva dentro de diez días, seguro ya regresó para esa fecha.
-Señora muchas gracias por la atención, ha sido muy amable.
-No tiene nada que agradecer joven. Que tenga un buen día.
-Lo mismo para usted señora.
Con un gesto de desilusión se retiró del lugar, por los datos que le dio la señora no podía ser su hija la dueña del guante, ya que hace dos semanas se encuentra lejos de la cuidad. Volvió a su casa a sumergirse en la rutina, la emoción de encontrar a Sofía le había dado la posibilidad de esperar algo más, y sobre todo querer buscar.
A pesar de que ya no le quedaban muchos lugares donde averiguar, no quería perder la esperanza, la frase dentro del guante le daba fuerzas para continuar.
Tomó la decisión de esperar unos días, tal vez si se tranquilizaba un poco iba a obtener otros resultados. Volvió a dictar sus clases como siempre, a disfrutar de sus libros, de la música, y perderse entre las letras; la búsqueda le había regalado algo de inspiración.
Hoy era el día, se despertó con toda intención de encontrar a Sofía, después del trabajo retomaría la búsqueda. Volvió a la zona del hallazgo, comenzó a hacer las misma pregunta de las veces anteriores, pero ahora con más calma, había llegado a la conclusión de que su desesperación asustaba a la gente y por ende no le daban la información que él necesitaba.
Llegó la noche y la tristeza lo invadió, nadie sabía nada de Sofía, parecía que la dueña del guante sólo sería un misterio en su vida. Lleno de desilusión volvió a su casa, no quería hacer nada, sólo se dejó caer en el sillón, deseaba que el sueño le diera algo de paz.
Un golpe muy fuerte lo despertó abruptamente, no entendía nada, se sentía como en otro lado, cuando por fin aclaró sus ideas se acercó a la puerta y vio que le habían dejado un sobre. En el interior había una nota: Sofía vive cerca del puerto, justo en la esquina donde se cruzan las calles 90 y 10.
No entendía nada, y otra vez se llenó de interrogantes: ¿Cómo llegó la nota ahí? ¿Cómo sabía la persona que la dejó que estaba buscando a Sofía? ¿Realmente viviría ahí? De sólo imaginarlo su rostro se iluminó. También pensó que era sencillo que cualquier persona diera con él, ya que estuvo muy expuesto cuando recorrió las calles en busca de información.
Esa noche no durmió, caminó, y caminó pensando en los pasos que iba a seguir, dudaba si salir corriendo a la dirección que le habían dado, o esperar unos días para ir a ese lugar y estar lo más calmando posible.
En la mañana se fue a trabajar sin saber que hacer, pero estaba decidido a seguir lo que le dictara su corazón, si al regresar del trabajo le ganaba el impulso iría tras el sin dudarlo.
Así fue, casi sin darse cuenta sus pasos lo llevaban en dirección al puerto, él conocía las calles que mencionaba la nota, pero no recordaba la esquina, no recordaba que casa había en esa esquina, por más que quería estar tranquilo su ansiedad se adelantaba a lo que estaba por suceder.
Por fin encontró la casa, un lugar de aspecto tranquilo, desde ahí se podía respirar el olor al río, puesto que estaba a dos cuadras del puerto. Muy nervioso, respirando una y otra vez tratando de tomar valor dudaba si entrar a tocar o no, había esperado tanto ese momento que ahora no sabía que hacer. Cuando encontró algo de valor se dio cuenta que no tenía nada que perder, ya había recibido tantas respuestas negativas que una más ya no le haría nada, y si del otro lado de la puerta estaba Sofía por fin habría encontrado a la mujer que le dio un toque diferente a su rutinaria vida.
Continuará...
Esta historia fue registrada en AGADU/Asociación General de Autores del Uruguay.
6 comentarios:
Al menos la ha encontrado...saber que ocurrirá entre ellos. Todo era muy misterioso y enicma lo aderezas con ese sobre donde estaba la dirección y que no tiene ni idea de como llegó ahi. ¿sabes Vane?...a mi me ocurre eso y caigo fulminada de un infarto...:)
Preciosa, esperaré pacientemente el siguiente capítulo que me has dejado, nunca mejor dicho, en la puerta y sin poder pasar.
Un abrazo
Bueno, pues tendremos que conformarnos con esperar más capítulos....
Un besito
Este guante parece el zapato de la Cenicienta...
De momento dió con la casa esperemos la siguiente entrega a ver que nos depara a nosotros y a el.
Pasate por casa si te apetece estas invitada a tomar una copichuela virtual, estamos de cumple.
Un besito reina.
Hace un par de días estaba pensando en que como yo ya conozco esta historia no iba a tener algo más que comentar, pero resulta que siempre eres la única persona que tiene la capacidad con sus escritos de hacer que me quede pensando y reflexionando mucho tiempo después de que ya los leí y además
La historia del guante blanco me hizo reflexionar en uno de esos instantes del día en que estoy a solas con mis pensamientos en que este relato que estás compartiendo es el claro ejemplo de como se le da su real valor a un objeto material.
Siempre se habla de que no debes apegarte a las cosas u objetos, pero creo que ese apego tiene cierta validez cuando va más allá de desear un objeto caro, el real y justo valor de las cosas radica en lo valioso que se vuelve a raíz de las circunstancias que lo envuelven.
Por ejemplo en el caso de El Guante Blanco, no puedo decir -porque tus demás lectores no conocen la historia completa-, pero sólo puedo decir que es muy hermoso el significado que le das y el valor que el guante adquiere a raíz de una circunstancia o momento preciso.
Hay cosas por las que nadie daría ni siquiera una moneda, pero que sin embargo para una sola persona puede tener un valor inconmesurable por el simple hecho de que forma parte de un momento especial de su vida o lo puso en sus manos una persona súper importante y especial.
Esos objetos son los que nos pueden aportar tanto e incluso contarnos una historia por si mismos (como esta del guante blanco)pero creo que lo más importante de todo esto es que las personas que como tu tienen la capacidad no sólo para ver eso, sino para dar regalos de ese tipo (que en eso eres especialista) son todavía más especiales.
Hacen falta muchas personas en el mundo como tu Vane.
Te mando un abrazo de oso y muchos mimitos para que los guardes en los bolsillos de tus jeans y así los puedas utilizar en los instantes en que los necesites más.
¡TQM!
cruzando los dedos para que la encuentre!!!!!
....no te demores, pero qué linda esa ansiedad que pinta de colores el nuevo amanecer. verdad?
besotes.
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