Tocó a la puerta y después de un rato una mujer salió a atender.
-Buenas noches señora.
-Buenas noches.
- Disculpe que la interrumpa tan tarde, estoy buscando a Sofía. ¿Vive acá?
-¿Quién es usted? ¿Para qué la busca?
-No se asuste, mi nombre es Lautaro, nada más quiero regresarle algo que le pertenece.
-Sofía soy yo. ¿Qué es lo que tiene para darme?
Con un gesto de emoción en su cara y medio tartamudeando por los nervios logró seguir hablando.
-Es un placer conocerla. Nada más quiero saber si esto es suyo. Con las manos temblorosas sacó del bolsillo el guante blanco.
Sofía no pudo contener el llanto. Mientras ella recuperaba el aliento él tuvo tiempo de observarla. Era una mujer joven, de aspecto sencillo, dulce, también al igual que él de mirada triste, y se notaba que su salud era frágil: no dejaba de toser y el color de su piel era muy pálido. Después de secarse las lágrimas le habló.
-¡Gracias Lutaro! No sabe como me dolió saber que había perdido un regalo tan valioso. El par de guantes me lo dio mi mejor amiga antes de irse a vivir a otro país. Ella se llama Agustina y es un ser hermoso, la verdad que me hace falta, la extraño mucho.
-Me imagino que debe se difícil vivir lejos de un ser tan querido.
-Si muy difícil. Lautaro, usted fue tan amable de venir hasta acá. ¿Quiere pasar? ¿Le puedo ofrecer algo para tomar?
-Muchas gracias Sofía, es usted muy amable.
Mientras esperaba que ella trajera algo de beber, observó con mucha atención la casa de Sofía. Un lugar muy cálido, con cuadros, muchos libros, y muebles antiguos.
Cuando por fin regresó Sofía con algo de timidez intentaron conversar.
-Lautaro ¿Por qué su interés de regresarle un guante a una persona desconocida? Hoy nadie hace eso, y mucho menos con algo tan simple como un guante.
-Le soy sincero, cuando vi el guante sentí algo especial, y mucha curiosidad. Además cuando vi que tenía un nombre y una frase incompleta bordados terminé de comprender que era algo de mucho valor.
-Gracias a Dios todavía quedan seres sensibles, capaces de entender el valor real de las cosas.
-Disculpe mi atrevimiento Sofía, pero me gustaría conocer las palabras que completan la frase.
Sofía sin dudarlo un segundo fue a buscar algo. A su regreso toma las manos de Lautaro y le deposita el otro guante.
Lautaro busca dentro de la tela y lee: ...nunca, nunca dejes de creer”.
Mirando fijamente el par de guantes repitió en silencio la frase completa:
“No importa lo que pase en tu vida ni lo que hagas, nunca, nunca dejes de creer”.
Con su rostro lleno de emoción Lautaro se levantó abruptamente y se dirigió a la puerta. Casi sin poder hablar intentó pronunciar algunas palabras.
-Me voy Sofía, fue un placer conocerla, gracias por todo.
Por nada Lautaro. ¿Por qué se va así casi huyendo?
-Es que no me siento bien Sofía.
-¿Puedo ayudarlo en algo?
Cuando Sofía termino de decir esas palabras ve el rostro de Lautaro lleno de lágrimas, y le repite la pregunta nuevamente.
-¿Puedo hacer algo por usted?
Lautaro siguiendo un impulso desesperado se arrodilla en el suelo y le toma muy fuerte las manos a Sofía.
¡Si Sofía! Puedes hacer algo por mí. ¡Por favor quiero tener fe! ¡Enséñame a creer!




Esta historia fue registrada en AGADU/Asociación General de Autores del Uruguay.