Foto: Vanessa R.

La gitana no dejaba de caminar, iba y venía de un extremo al otro en la plaza. Al igual que Casandra tenía el don de presagiar, pero nadie creía en ella.

Sentado en un viejo banco se encontraba un hombre, a pesar de la distancia ella vio en la profundidad de sus ojos frustración y derrotas.
Con una sensación de impulso o pena, en silencio la gitana se acercó, al rozarle el brazo, él en un acto defensivo le dio la espalda.

-No sientas temor, no le hago daño a nadie.
-No le temo a usted.
-Entonces ¿Por qué me esquivaste como si hubieras visto a un fantasma?
-No quiero hablar.
-¿Me dejas ver tu mano?

En silencio sostenía sus puños muy apretados, como si en sus manos guardara algo muy valioso que no estaba dispuesto a compartir. Ella insistió tomándole las muñecas.

-¿Por favor me dejas ver las palmas de tus manos? No voy a cobrarte nada. ¿Me creerías si te digo que algo importante pueden esconder tus líneas?
-Si, le creo.
-¿Entonces por qué no abres los puños?
-Porque tengo miedo que exista la posibilidad de que los trazos de mis manos, muestren el camino donde se dibuje la felicidad.


 Ismael Serrano
-Casandra-
Álbum: Sueños de un hombre despierto